Michelle Bachelet tenía el triunfo asegurado en Chile, aunque Bolivia hubiera conseguido que su victoria no sea tan abultada. A la candidata de la izquierda le hubiera caído mal, por ejemplo, que su vecino quejón comience a desgañitar por el mar, que insista en que durante su primer mandato, Bachelet engañó a Evo y que a punto estuvo la presidenta de llegar a un acuerdo marítimo algo trucho que hubiera sido muy mal recibido por los chilenos, pero que en Bolivia la propaganda lo hubiera vendido como la gran recuperación del mar.
Obviamente todo el mundo se calló en el Gobierno boliviano, sobre todo después de la visita cordial que hizo a La Paz el capo de la OEA, José Miguel Insulza, chileno de pura cepa y correligionario de Bachelet. El régimen del MAS se portó muy gentil, con una actitud diametralmente opuesta a la que asumió con Sebastián Piñera, quien cargó con todas las culpas de las trampitas de la doctora.
El Gobierno se portó bien porque considera que Bachelet es socialista, es de las nuestras y que con ella nos vamos a entender mejor en todos los temas. Hay algunos ingenuos que ya están empezando a reclamarle a doña Michelle la devolución de gentilezas y uno de ellos ha sido nada menos que el senador René Martínez, quien seguramente no está hablando a título personal. “Veremos qué tan socialista es Bachelet” se ha escuchado por ahí.