Los asuntos internacionales no deben debatirse con acusaciones encendidas, diatribas o distorsiones. Sin embargo, parece que, acerca del pleito que el gobierno de Bolivia ha planteado contra Chile ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, se han dado, de uno y otro lado, agresivas declaraciones y acciones inspiradas en el patrioterismo. Ambos –uno con un activo vocero ávido de figuración y, el otro, con un canciller chocante y agresivo–, están convencidos de que, para obtener un fallo favorable en La Haya, hay que desatar intensas campañas de propaganda, procurar apoyos de otros gobiernos y organizaciones y preparar videos y panfletos. No hay tal.
Los jueces serios –los de La Haya lo son– no aceptan influencias. Quien llega a esta instancia, tiene que sujetarse a la exposición de argumentos. Esto tiene relación con las recientes declaraciones destempladas del expresidente de Chile, don Eduardo Frei Ruíz-Tagle y del excanciller y actual presidente del Senado de ese país, don Patricio Walker.
El primero fue hijo de don Eduardo Frei Montalva, también ex presidente chileno, amigo de Bolivia que buscó la buena relación y el entendimiento honroso. Don Patricio Walker es nieto de don Horacio Walker Larraín, ex canciller chileno que, en 1950, en una nota diplomática, expresó que su país “está llano a entrar formalmente en una negociación directa destinada buscar la fórmula que pueda hacer posible dar a Bolivia una salida propia y soberana al Océano Pacífico…”. Quizá, el Walker nieto, no advirtió que esto es, precisamente, lo que se pretende con la demanda planteada ante la Corte de La Haya: que Chile acepte negociar de buena fe una salida soberana para Bolivia al Pacífico. No se plantea modificación alguna de un tratado. Ambos personajes se extravían en aparentes parecidos con otros casos internacionales y, a la vez, no advierten que sus antecesores fueron visionarios y más justos.
Bolivia y Chile, siempre van a ser vecinos. Son países que se complementan y, en eso, se pueden fundar intereses compartidos. Y, si se trata de comprensión, qué mejor que recordar a un ilustre diplomático chileno: don Oscar Pinochet de la Barra, quien dejó un notable mensaje: “No nos echemos tierra a los ojos, no incurramos en la simpleza, la ilusión de creer que Bolivia a la larga se olvidará del litoral perdido. El país del altiplano continuará clamando por el mar. No es capricho suyo, es una cuestión de identidad, de patria, inolvidable, insoslayable, inmodificable”.