Después de mucho tiempo hay una noticia del Ministerio de Relaciones Exteriores que da cuenta de que éste había tenido autoridades. Se trata del viaje del titular de esta cartera a Paraguay para cumplir dos actividades: negociar la venta de gas y participar en un encuentro entre ambos países, sin salida al mar, con los vecinos que sí la tienen y estudiar nuevas formas de solidaria cooperación.
En el primer caso, además de adelantar les gestiones burocráticas del caso, el encuentro ha servido para que se dé por hecho la normalización de sus relaciones y se asuma el compromiso de enviar a sus respectivos embajadores hasta fin de año. Paraguay ha dado un paso más y ya ha anunciado quién será el que ocupe la embajada paraguaya en La Paz, vacante desde que por una decisión de corte netamente ideológica los países de ALBA y Unasur decidieron congelar las relaciones con este país vecino por la impertinente destitución, pero dentro el marco de su Constitución, del presidente Fernando Lugo.
Luego, fue notorio –y en contra de los intereses del país– el desaire cuando el Gobierno no envió a ningún representante de alto nivel al acto de posesión del nuevo mandatario paraguayo, en aras de una decisión de la ALBA y solidaridad con Nicolás Maduro, ya mandatario ilegítimo de Venezuela, y que fue declarado persona non grata por Paraguay por su injerencia en asuntos internos de ese país, al promover una asonada militar en contra del régimen legalmente establecido.
Felizmente, esos tiempos ya han sido dados al olvido y, como corresponde, se renuevan los alzos de amistad –difícilmente reconstruida– entre Bolivia y Paraguay.
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