Es casi un hecho que Michelle Bachelet volverá a ejercer la presidencia de Chile luego del fracaso de Sebastián Piñera en su intento de hacer populismo desde la derecha. Ante ese pronóstico, el gobierno boliviano ha bajado de tono en relación a su demanda marítima, anticipando tal vez, el retorno de los coqueteos que a muchos hicieron creer en la posibilidad de una recuperación de la cualidad marítima boliviana.
En los círculos diplomáticos nacionales afirman que Bachelet pertenece a la “línea blanda” de Chile respecto de la demanda boliviana, aunque esa postura implica simplemente una capacidad para “emborrachar la perdiz”, inventarse acercamientos y crear ambientes de supuesto diálogo, todo para decir el mismo “NO” que los duros lo dicen a secas y sin anestesia.
Al gobierno boliviano parece no importarle la respuesta, si es afirmativa o positiva, pues valora más el llunkerío que hay por detrás y que la presidente Bachelet supo utilizar muy bien durante esos años en los que primaron los arrumacos. Antes de ser reelegida, Bachelet ya avisó que no le dará mar a Bolivia o sea que, si los bolivianos nuevamente nos dejamos engañar por los cantos de sirena es porque nos gusta.
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