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domingo, 18 de mayo de 2014

qué extraño que fuera Ricardo Lagos tenido por humanista y por socialista, que pretenda justificar la toma de todo nuestro Litoral marítimo, alegando tratarse sólo del 10% de nuestras pérdidas territoriales. le parece poco? replica Carlos Mesa algunas horas después

El debate no se basa ahora en responder porqué Chile hizo tantas ofertas concretas a Bolivia que no cumplió, sino la evidencia de las razones que Chile –no Bolivia– esgrimió para hacerlas y comprometer en ellas su fe como Estado
El expresidente de Chile Ricardo Lagos ha dicho que “Bolivia tiene en la actualidad la mitad del territorio que poseía cuando se independizó de la colonia española, aunque sólo el 10 por ciento de lo que ha perdido está en poder de Chile, mientras que el resto corresponde a Brasil, Paraguay, Perú y Argentina”, añadiendo además que “Colocar el enfoque de la situación boliviana actual única y exclusivamente en Chile no me parece una forma adecuada de observar este proceso”.
El exmandatario reconoce que su país se apoderó del Litoral boliviano (120.000 km²). Lo que sorprende es que una usurpación de territorio por la vía de las armas sea justificada a partir de la supuesta acción similar hecha por otras naciones en contra de Bolivia. Pero lo evidente es que el exgobernante afirma algo que a muchos de sus compatriotas les cuesta reconocer, que Chile se apoderó por la fuerza (no por la razón) de la totalidad de nuestro Litoral. Sus palabras recogen algún eco de la famosa carta del embajador chileno Abraham König al ministro de Relaciones Exteriores Eliodoro Villazón en 1900, que decía: “Chile ha ocupado el Litoral y se ha apoderado de él con el mismo título que Alemania anexó al imperio la Alsacia y la Lorena… Nuestros derechos nacen de la victoria, la ley suprema de las naciones”.
Chile invadió Antofagasta e inició la guerra para defender los intereses de una empresa privada anglo-chilena, que explotaba recursos naturales en territorio boliviano: la “Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta”, algunos de cuyos accionistas eran ministros, diputados y altas personalidades del Gobierno chileno. La razón aducida, el cobro de un impuesto adicional no contemplado en el Tratado de 1874 y la rescisión que hizo Bolivia del contrato ante la negativa de la empresa de hacer el pago de ese impuesto. La absurda desproporción entre la causa y el efecto nos exime de mayores comentarios.
Si era injustificable pero entendible que en 1900 se afirmara que la victoria militar da derechos, no parece un argumento muy afortunado recordarlo hoy. Pero, ¿por qué la herida del mar es tan profunda? Lo es porque a diferencia de nuestro dominio de la Cuenca del Plata tras el conflicto del Chaco (en el que Bolivia preservó la totalidad de sus riquezas de hidrocarburos) y del Amazonas tras el conflicto del Acre, en el Pacífico la nación no sólo perdió todo su Litoral, sino que perdió un acceso libre, útil y soberano al océano. Perdió una cualidad y perdió una ventana propia a la cuenca más importante de este planeta en el siglo XXI. Mientras el país es parte fundamental de las cuencas platense y amazónica, no lo es del mar.
El líder socialista que apunta a una petición de incompetencia de la Corte Internacional de Justicia olvida que varios de sus antecesores en el cargo; en concreto los presidentes Domingo Santamaría, Jorge Montt, Juan Sanfuentes, Arturo Alessandri, Emiliano Figueroa, Gabriel González Videla, Jorge Alessandri y Augusto Pinochet entendieron dos cosas: que era injusto e inconveniente para los intereses de Chile asfixiar a Bolivia privándole de un puerto y un acceso soberano al Pacífico y, algo tanto o más importante, que el Tratado de 1904 no ha resuelto el problema bilateral generado por la usurpación de nuestro Litoral. La propia presidenta Bachelet se avino en 2006, al aceptar la agenda de los 13 puntos, a iniciar una negociación sobre el mar con agenda abierta.
El debate no se basa ahora en responder porqué Chile hizo tantas ofertas concretas a Bolivia que no cumplió, sino la evidencia de las razones que Chile –no Bolivia– esgrimió para hacerlas y comprometer en ellas su fe como Estado.
El presidente Lagos recupera el concepto de que nuestro Litoral “está en poder de Chile”, reflotando una palabra que fue muy cara a los políticos chilenos después de la guerra. Pero no valora las razones esenciales por las que se mantiene un problema pendiente entre Bolivia y Chile, aquellas que hacen a una cualidad, a una potencialidad económica como país que frenan además el pleno desarrollo de las relaciones bilaterales entre dos naciones complementarias.
Su intención de resaltar las supuestas debilidades históricas de Bolivia, su insistencia en defender la intangibilidad de un Tratado que Bolivia ni cuestiona ni denuncia en su memoria, su propuesta de que Chile plantee una excepción de incompetencia a la CIJ que nunca ha fallado en contra de su propia y universal jurisdicción, retratan una preocupación que se canaliza por los caminos de la intolerancia, cuando lo que Bolivia pide en su demanda no es otra cosa que un diálogo con soluciones.
Grande es el contraste con lo expresado en visita oficial a Chile por uno de los principales aliados históricos de Chile, el Ecuador, cuyo Presidente abogó por nuestra salida al mar, marcando un giro muy importante en la posición tradicional ecuatoriana sobre el tema.
Chile debe mirar en retrospectiva su propia política exterior para saber cuan consistente puede ser el juicio de Bolivia en La Haya.

El autor fue Presidente de la República.

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