Las circunstancias nos han colocado en un momento en que un acuerdo entre ambos países adquiere nuevas proyecciones
Sin mayores precedentes en la larga historia de las negociaciones para concretar nuestra demanda de recuperar una salida soberana al mar por el océano Pacífico, se ha desatado un intenso debate en Chile sobre cómo responder a la demanda que ha presentado Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
Hasta ahora y pese a justificadas esperanzas que con el arribo de un nuevo Gobierno al vecino país se podría producir un cambio de sensibilidad sobre el tema, incomprensiblemente las nuevas autoridades, incluso olvidando posiciones sostenidas antes de llegar al poder, van recuperando lo más tradicional y prepotente de su posición. Frases como que Chile no variará nunca su posición o que es un mito que Bolivia no tenga acceso al mar, así no sea soberano, dan cuenta de una tozudez que se la podría, más bien, dirigir a buscar soluciones que beneficiarían a ambos países.
Sin embargo, al mismo tiempo que se mantienen esas posiciones también han surgido otras que muestran que en Chile hay sectores predispuestos a tratar el tema boliviano con responsabilidad y visión de futuro. Se trata, evidentemente, de sectores que se han dado cuenta de que a estas alturas de nuestras historias particulares y comunes, mantener posturas que no se avengan a establecer sólidas alianzas para enfrentar un planeta cada vez más complejo, es un abierto despropósito que a lo único que nos conducirá será a que ambos países perdamos valiosas oportunidades de integración, desarrollo y bienestar de nuestros pueblos, responsabilidad que, como ahora respecto del pasado, la nuevas generaciones nos lo demandarán con dureza.
En esta perspectiva es indudable que a lo largo de esta historia de frustradas negociaciones el país, por necesidad, ha sido el que más iniciativas ha tenido que proponer para satisfacer equitativamente nuestra demanda. Y la última no sólo que es una comprobación de que más allá de cualquier posición ideológica, mientras el país no tenga una salida soberana al Pacífico, todo boliviano la exigirá, sino que abre una nueva oportunidad de que a través del diálogo creativo se pueda encontrar una fórmula que permita superar este desencuentro.
Desde el país habrá que insistir en que no se trata, como lamentablemente se quiere ver en Chile, sólo de la búsqueda de la satisfacción de una demanda, por más justa que ésta sea. Las circunstancias nos han colocado en un momento en que un acuerdo entre ambos países adquiere nuevas proyecciones y poner obstáculos a concretarlo no sólo que les afecta a ambos, sino a nuevas formas de encuentro entre pueblos.
Obviamente no es fácil encarar un desafío de esta naturaleza. Los últimos acontecimientos dan cuenta de que más allá de la retórica de cambio, las primeras reacciones ante propuestas novedosas suelen ser las tradicionales. Si bien en el ámbito oficial es esto lo que se ha presentado en Chile, que el debate sobre el tema se haya instalado en ese país –que no tiene precedentes– demuestra que el mundo se mueve.
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