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sábado, 23 de mayo de 2015

interesante creación ficticia de lo que sucederá en Japón, cuando Hidashi Owada, para entonces de 90 termine su tiempo de Juez en la Corte Internacional de Justicia...qué genialidad!

crónica fictiva es lo que ofrece Carlos Antonio Carrasco 

LA MASCARA JAPONESA

publicada en La Razón enviado especial en La Haya, Holanda.




Cuando el 6 de febrero de 2021 el mandato del magistrado japonés en la CIJ llegue a su término, Hidashi Owada festejará sus 90 años de edad y regresará de inmediato a Tokio, donde su hija Masako, esposa del príncipe heredero Naruhito, probablemente ya sea emperatriz. Entonces sin duda recordará su paso por la vida con un rosario de éxitos: joven abogado, embajador en Moscú, en París, en Naciones Unidas (presidente del Consejo de Seguridad), profesor, ministro, autor, juez y presidente de la Corte Internacional de Justicia (2009-2012). En tanto que en La Paz, Evo Morales estará ejerciendo su cuarto mandato presidencial, atento al fallo de la CIJ acerca de su decisión final en el litigio contra Chile, por el “acceso soberano al mar” que ese tribunal estuvo considerando en los últimos cinco años.
A su vez Owada, enfundado en su yutaka, sacará de su bolsillo un papelillo y leerá una vez más la pregunta que formuló en la CIJ el 8 de mayo de 2015: “En el transcurso de los procedimientos orales y los documentos presentados por ambas partes, tanto la solicitante como la respondiente se han referido o utilizado la expresión ‘acceso soberano al mar’. Éste no es un término reconocido en el derecho internacional y, ambas partes, sin embargo, han utilizado esta expresión cuando describían o bien su propia posición o se referían a la posición de la parte contraria. Agradecería mucho a ambas partes que tengan a bien definir el sentido de ese término tal como ellas lo entienden y también que tengan a bien explicarnos el contenido específico de ese término tal como ellas lo utilizan para determinar sus posiciones sobre la cuestión de competencia de la Corte Internacional de Justicia”.
El anciano jurista ya no recordará si algún colega suyo le sugirió o inspiró esa interrogante que provocó respuestas disímiles de Bolivia y de Chile, así como un debate interno e intermitente en la propia CIJ por más de un lustro. En todo caso, durante el ritual del five o’clock tea, en esa desordenada lluvia de ideas que animaban los diez y seis jueces presentes, se asociaba su pregunta con la que anteriormente había formulado su colega y amigo Christopher Greenwood: “En qué fecha se concluyó un acuerdo respecto a la negociación relativa al acceso soberano al mar (...)”.
Era el mismo juez británico quien fue apartado del caso Perú vs. Chile por haber servido antes al país demandado, y así surgió la duda: ¿acaso no debía haberse repetido igual objeción cuando los bolivianos litigaban con los chilenos?
Bolivia, oportunamente, habría hecho conocer su preocupación. Pero los artículos 17 y 24  del Estatuto de ese tribunal internacional blindan a los magistrados cuestionados de cualquier posibilidad de recusación, salvo si es de motu proprio (cuando éstos se automarginan del proceso). A todo señor, todo honor: el agente boliviano, como siempre, cumplió puntualmente su función, pero amparado en los procedimientos vigentes, Greenwood se atrincheró en su poltrona.
Hidashi Owada sonreirá socarronamente rememorando su incursión en el pleito entre esas lejanas naciones andinas, y contemplará una vez más el cuadro de Utagawa Hiroshige, donde se dibuja una de las 53 estaciones del camino a Tokaidó y, moviendo la cabeza, seguirá sin comprender el empeño boliviano de salir al mar, mientras él goza sus últimos días, rodeado de agua salada, en una de las 7.000 islas del archipiélago japonés.





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