El caso de la ALBA es muy revelador. ¿Por qué Bolivia no ha conseguido una solidaridad expresa a su demanda en este bloque? ¿No sería un buen punto de partida contar con el 25 por ciento de los miembros de la Celac, respaldando nuestra causa?
El presidente Morales, consistente con el discurso de 23 de marzo de 2011, presentó nuestra demanda marítima ante la comunidad internacional en la reunión de la Celac en Santiago. Curiosamente, la mayor parte de los medios bolivianos se sumó a la interpretación sesgada que hizo el presidente Piñera de sus palabras. El hincapié mayor estuvo en la supuesta oferta de “gas por mar”.
Morales fue meridianamente claro en su intervención al comenzar diciendo: “Resuelto el tema marítimo…”, para hacer luego una consideración sobre las opciones de compartir, por ejemplo, el gas boliviano con nuestro vecino. Pero hizo también otras consideraciones que en medio de la turbulencia de su enfrentamiento con el Mandatario chileno se han diluido. Habló de solidaridad y complementariedad entre ambos países, retomando la esencia del planteamiento que hizo en 1986 el presidente Paz Estenssoro cuando propuso un enfoque fresco en las relaciones con Chile. Entonces, Paz dijo algo que no por evidente deja de ser clave para contextualizar el potencial vínculo boliviano-chileno. Bolivia y Chile son países económicamente complementarios. Chile es probablemente el país más complementario de entre nuestros cinco vecinos.
La solución de la mediterraneidad boliviana, justa por obvias razones de carácter histórico, jurídico y ético, tiene sentido esencialmente por motivos de interés común de tres países: Chile, Bolivia y Perú. Como muy bien dijo Morales en sus intervenciones en Santiago, el escenario que se abriría si el problema del mar es resuelto, cambiaría radicalmente y para bien la situación del sur del Perú, el norte de Chile y el oeste de Bolivia. Además nuestro intercambio económico global se multiplicaría geométricamente y, como también lo subrayó Morales, Chile ahorraría miles de millones de dólares al reducir el costo de la energía que importa, si contara con opciones de comprar gas y energía hidroeléctrica boliviana, para no hablar de recursos hídricos.
La majadería no es insistir en la demanda marítima, como de modo insolente e inaceptable le endilgó la ministra Pérez al Presidente, sino seguir con la frase hueca y simplista de “gas por mar”. Bolivia nunca planteó tal cosa, ni en mi gobierno, ni con la pregunta cuatro del Referendo (que apuntaba a la integración energética y exportadora de gas con el Perú), ni en el discurso de Morales en la Celac. Bolivia pone en evidencia dos cosas muy sencillas: El NO sistemático de Chile es una traba para los procesos de integración sudamericana. Es, por encima de todo, un freno a la gran potencialidad de intercambio económico de tres países de la región. Por tanto, es la solución del problema con la otorgación de un corredor con continuidad territorial en la línea de la Concordia (frontera chileno-peruana) con un acceso libre, útil y soberano al océano, la que por sí misma abrirá el camino al intercambio económico, comercial y empresarial que tantos reclaman y que hoy es tan limitado. No se trata de ¿qué me das, qué te doy? Se trata de abrir el candado, abrir la puerta y establecer una lógica integradora que en todos los casos será de inconmensurable beneficio para tres países. Si Chile asumiera esta elemental ecuación, la ganancia sería para todos.
Pero en este camino pendiente, poco se ha dicho sobre la importancia esencial que tiene Perú en la cuestión marítima. Si asumimos que la salida boliviana pasará por territorios antes peruano y que está vigente el tratado de 1929 (cuyo objetivo era bloquear a Bolivia), no hay solución posible sin el Perú. Bolivia debe ser mucho más activa en la línea de la trilateralidad y debe llevar adelante un trabajo que no ha hecho de acercamiento y sondeo al Perú. La amplia disponibilidad expresada por el presidente Humala en su visita a Bolivia, no ha sido explotada adecuadamente. Nuestra cancillería no ha destacado en Lima embajadores del nivel que el tamaño del desafío impone.
En el escenario multilateral, el Presidente es la punta de lanza de una estrategia, pero si esta no va acompañada de una acción sostenida en América Latina y el Caribe para conseguir el apoyo de la comunidad regional a la demanda boliviana, sus efectos se diluyen. El caso de la ALBA es muy revelador. Es una alianza política en la que Bolivia ha sido protagonista activa, que ha llevado a cabo acciones comunes ante la OEA, Mercosur y Celac. Está integrada por ocho países, cuatro del Caribe, tres de Sudamérica y uno de Centroamérica. ¿Por qué Bolivia no ha conseguido una solidaridad expresa a su demanda en este bloque? ¿No sería un buen punto de partida contar con el 25 por ciento de los miembros de la Celac, respaldando nuestra causa?
La definición de un camino de largo plazo que el actual Gobierno ajusta, debe profundizarse más y trabajarse mejor, entendiendo que hay varias opciones abiertas, paralelas y alternativas. 1. El posicionamiento de nuestra demanda en todos los foros internacionales. 2. El diálogo bilateral y/o trilateral. 3. La denuncia del Tratado de 1904. 4. Un juicio internacional en el Tribunal de La Haya. Caminos en los que la prudencia, la consistencia y la preparación seria y serena son imprescindibles.
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