Por un cargo de conciencia. Aunque los países
no tienen cargo de conciencia, siempre existe la posibilidad que algunas
autoridades gubernamentales o líderes sociales reflexionen sobre la situación
en que ha quedado Bolivia como resultado de la Guerra del Pacífico. Que estas
autoridades y líderes procuren visualizar la escena. Bolivia nació con litoral
propio, como ya se ha demostrado hasta la saciedad, y de pronto entra en
litigio con un grupo de inversionistas ingleses y norteamericanos, y algunos
chilenos, porque la empresa comercial a la que estos inversionistas pertenecían
se negó a pagar un impuesto insignificante de 10 centavos por cada quintal de
salitre exportado. Lo de los 10 centavos sólo fue un pretexto, lo cual quedó al
descubierto cuando las autoridades chilenas, dueñas ya del litoral, le subieron
ese impuesto a la compañía anglo-chilena:
"El 12.09.1879
fue publicada la ley gravando con 40 cts. El quintal métrico de salitre
exportado, exceptuando el elaborado0 al sur del paralelo 24, vale decir, a las
nacientes salitreras de Taltal, Cachinal de la Sierra y Aguas Blancas. Sólo
afectó a la Compañía. Trece meses después era sustituido por otro impuesto
ascendente a $ 1.60 por cada cien kilos exportados. También se gravó la
exportación de yodo, subproducto que la Compañía elaboraba, con éxito, desde
1879. De nuevo quedaron exceptuadas las salitreras del Sur. La tributación era
agobiadora" (Manuel Ravest Mora, La Compañía Salitrera y la Ocupación
de Antofagasta 1878-1879, Editorial Andrés Bello: Santiago de Chile, 1983),
p. 201.
A pesar del fuerte
aumento del impuesto, de $0.10 a $1.60 por quintal de salitre exportado, que
aplicó el Gobierno de Chile a la compañía salitrera, ésta ni chistó. No hubo
escándalo ni protesta notarial, etc. Chile no fue a la guerra por defender a
una empresa comercial a la que el gobierno boliviano le estaba cobrando ese
pequeño impuesto; el motivo para ir a la guerra era apoderarse del litoral
peruano y del litoral boliviano, tal como el Ministro de Relaciones Exteriores
de Chile lo expresó claramente, cuando dijo que "el territorio salitrero
de Antofagasta y el territorio salitrero de Tarapacá, fueron la causa real y
directa de la guerra" (José Manuel Balmaceda, Ministro de Relaciones
Exteriores, Memoria de Relaciones Exteriores de Chile, 1882), p. 53.
El enriquecimiento
en Chile, debido al salitre del suelo boliviano, hacía que los beneficiados
cayeran en extravagancias que sólo el dinero en abundancia puede dar:
"El chorro de
oro, abundante y aparentemente interminable, que el salitre dio a Chile, debe
dividirse en dos: el recaudo por la vía del tributo fue a las arcas fiscales, y
que hombres como don Enrique Salvador Sanfuentes y don Pedro Montt cautelaron
con la austeridad de los bellos días de Chile; y el que se volcó sobre la
actividad y la riqueza privada. El primero sirvió para montar en Chile uno de
los más fabulosos programas de obras públicas de que tiene recuerdos el
continente hispano-americano. Y el segundo, para corromper sistemáticamente la
generación chilena que vivió y se educó a la sombra del salitre. Las casas de
Santiago y Valparaíso compitieron en lujo con las de París. Los viajes
espectaculares, los palacios en Francia y España, las joyas y los coches, los
grandes espectáculos de ópera y teatro, todo revistió un esplendor que no es
fácil describir en dos palabras. Un ansia de bienestar y de lujo ganó a la
sociedad. Sólo contadas personas permanecieron al margen de esta orgía
económica" (Mario Barros, Historia Diplomática de Chile).
En la actualidad,
una de esas riquezas es el cobre, principalmente el que se halla en la mina de
Chuquicamata. El malogrado Presidente de Chile, don Salvador Allende Gossens,
denominó a la riqueza del cobre como "el sueldo de Chile", ¡y con
razón!
De este modo, el
cobre que se halla en Chuquicamata (y en otros sitios recientemente
descubiertos), dentro del litoral que Bolivia poseía soberanamente, y que tuvo
que traspasar a Chile, vencedor de la Guerra del Pacífico Sur, hace un
considerable aporte al Estado chileno. Por encima del Tratado de 1904, y de
gabelas burocráticas, por encima de sentimientos patrioteros, tomando en cuenta
los inmensos beneficios que ha obtenido el Estado chileno por más de 100 años,
¿no podrían nuestras autoridades trabajar en una agenda de negociaciones con
representantes bolivianos para que ese país pueda tener al menos una porción
del litoral que poseyó alguna vez? Ese sería un gesto noble que pondría fin a
una más que centenaria injusticia que nuestro país cometió en contra de Bolivia
hace más de 100 años. Una solución así sería también beneficiosa para el pueblo
chileno, sobre todo en la zona norte del país.