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miércoles, 21 de noviembre de 2012

en la parte Tercera de su artículo reclamando por una salida soberana al mar para Bolivia don Cástulo Martínez apela a la conciencia de Chile y de su Gobierno para que Bolivia tenga al menos una porción de su Litoral


Por un cargo de conciencia. Aunque los países no tienen cargo de conciencia, siempre existe la posibilidad que algunas autoridades gubernamentales o líderes sociales reflexionen sobre la situación en que ha quedado Bolivia como resultado de la Guerra del Pacífico. Que estas autoridades y líderes procuren visualizar la escena. Bolivia nació con litoral propio, como ya se ha demostrado hasta la saciedad, y de pronto entra en litigio con un grupo de inversionistas ingleses y norteamericanos, y algunos chilenos, porque la empresa comercial a la que estos inversionistas pertenecían se negó a pagar un impuesto insignificante de 10 centavos por cada quintal de salitre exportado. Lo de los 10 centavos sólo fue un pretexto, lo cual quedó al descubierto cuando las autoridades chilenas, dueñas ya del litoral, le subieron ese impuesto a la compañía anglo-chilena:

"El 12.09.1879 fue publicada la ley gravando con 40 cts. El quintal métrico de salitre exportado, exceptuando el elaborado0 al sur del paralelo 24, vale decir, a las nacientes salitreras de Taltal, Cachinal de la Sierra y Aguas Blancas. Sólo afectó a la Compañía. Trece meses después era sustituido por otro impuesto ascendente a $ 1.60 por cada cien kilos exportados. También se gravó la exportación de yodo, subproducto que la Compañía elaboraba, con éxito, desde 1879. De nuevo quedaron exceptuadas las salitreras del Sur. La tributación era agobiadora" (Manuel Ravest Mora, La Compañía Salitrera y la Ocupación de Antofagasta 1878-1879, Editorial Andrés Bello: Santiago de Chile, 1983), p. 201.

A pesar del fuerte aumento del impuesto, de $0.10 a $1.60 por quintal de salitre exportado, que aplicó el Gobierno de Chile a la compañía salitrera, ésta ni chistó. No hubo escándalo ni protesta notarial, etc. Chile no fue a la guerra por defender a una empresa comercial a la que el gobierno boliviano le estaba cobrando ese pequeño impuesto; el motivo para ir a la guerra era apoderarse del litoral peruano y del litoral boliviano, tal como el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile lo expresó claramente, cuando dijo que "el territorio salitrero de Antofagasta y el territorio salitrero de Tarapacá, fueron la causa real y directa de la guerra" (José Manuel Balmaceda, Ministro de Relaciones Exteriores, Memoria de Relaciones Exteriores de Chile, 1882), p. 53.

El enriquecimiento en Chile, debido al salitre del suelo boliviano, hacía que los beneficiados cayeran en extravagancias que sólo el dinero en abundancia puede dar:

"El chorro de oro, abundante y aparentemente interminable, que el salitre dio a Chile, debe dividirse en dos: el recaudo por la vía del tributo fue a las arcas fiscales, y que hombres como don Enrique Salvador Sanfuentes y don Pedro Montt cautelaron con la austeridad de los bellos días de Chile; y el que se volcó sobre la actividad y la riqueza privada. El primero sirvió para montar en Chile uno de los más fabulosos programas de obras públicas de que tiene recuerdos el continente hispano-americano. Y el segundo, para corromper sistemáticamente la generación chilena que vivió y se educó a la sombra del salitre. Las casas de Santiago y Valparaíso compitieron en lujo con las de París. Los viajes espectaculares, los palacios en Francia y España, las joyas y los coches, los grandes espectáculos de ópera y teatro, todo revistió un esplendor que no es fácil describir en dos palabras. Un ansia de bienestar y de lujo ganó a la sociedad. Sólo contadas personas permanecieron al margen de esta orgía económica" (Mario Barros, Historia Diplomática de Chile).

En la actualidad, una de esas riquezas es el cobre, principalmente el que se halla en la mina de Chuquicamata. El malogrado Presidente de Chile, don Salvador Allende Gossens, denominó a la riqueza del cobre como "el sueldo de Chile", ¡y con razón!

De este modo, el cobre que se halla en Chuquicamata (y en otros sitios recientemente descubiertos), dentro del litoral que Bolivia poseía soberanamente, y que tuvo que traspasar a Chile, vencedor de la Guerra del Pacífico Sur, hace un considerable aporte al Estado chileno. Por encima del Tratado de 1904, y de gabelas burocráticas, por encima de sentimientos patrioteros, tomando en cuenta los inmensos beneficios que ha obtenido el Estado chileno por más de 100 años, ¿no podrían nuestras autoridades trabajar en una agenda de negociaciones con representantes bolivianos para que ese país pueda tener al menos una porción del litoral que poseyó alguna vez? Ese sería un gesto noble que pondría fin a una más que centenaria injusticia que nuestro país cometió en contra de Bolivia hace más de 100 años. Una solución así sería también beneficiosa para el pueblo chileno, sobre todo en la zona norte del país.

Don Cástulo Martínez un chileno que simpatiza con la justa causa de los bolivianos nos ofrece la Parte II de su interesante artículo "Una Razón..."


UNA RAZÓN POR LA CUAL CHILE DEBERÍA
CEDER UN PUERTO SOBERANO A BOLIVIA

Bolivia nació con un litoral soberano, y aunque Chile le reconoció oficialmente sólo una franja de dicho litoral, que, en mi opinión, es la porción más valiosa por las riquezas que ha entregado y sigue entregando a Chile, tales como: guano, salitre, plata, cobre y otras sustancias del suelo.

Es cierto que el gobierno de Bolivia cedió a Chile su litoral al firmar el Tratado de 1904, pero lo firmó resignado, pues no tenía otro camino ni alternativa. O entregaba al vencedor su litoral cuajado de riquezas naturales, o seguía oprimido bajo el ya insoportable peso del "Pacto de Tregua de 1884" que tenía al país anémico y exangüe. Así que las autoridades bolivianas firmaron, entregando su valioso litoral, y recuperaron el control de sus aduanas fronterizas y, de pasada, recuperaron su dignidad.

El Tratado de 1904, tanto por su contenido como por la forma en que se consiguió la renuente firma del gobierno boliviano, es una ignominia. Pero la cancillería chilena hizo esta increíble declaración el 28 de marzo de 1963:

"Yo debo declarar enfáticamente que el Tratado de Paz de 1904, libremente negociado por las Partes, firmado 24 años después de concluidas las hostilidades con Bolivia, libremente ratificado por ese país, y que tiene ya casi 60 años de vigencia [en 1963], es intangible".

En la actualidad, a comienzos del siglo XXI, aún persiste esta situación anómala de que un país debe resignarse a que un país vecino lo haya dejado condenado a una eterna mediterraneidad. Por consiguiente, yo sostengo que es de toda justicia y altruismo que Chile entre en negociaciones serias con Bolivia para encontrar una solución que permita a Bolivia regresar soberanamente a una pequeña porción del valiosísimo litoral propio que tuvo en el pasado; lo que finalmente redundaría en beneficio para el pueblo chileno también.


Por un tratado no cumplido. Efectivamente, el 18 de mayo de 1895 Chile y Bolivia firmaron el Tratado de Transferencia de Territorios, en virtud del cual Chile se comprometía a ceder a Bolivia cualquier territorio que recibiera como resultado de un plebiscito que nuestro país tenía pendiente con el Perú, o si los obtuviera por otros medios. El plebiscito nunca se realizó; pero, en cambio, el asunto se dirimió por medio del Tratado del 3 de junio de 1929, cuyo artículo 2º estipulaba: "El territorio de Tacna y Arica será dividido en dos partes, Tacna para el Perú y Arica para Chile". De los 24.000 km2 en disputa, Perú recuperó 8.600, más la zona de Tarata; Chile retenía el sector restante, equivalente a 15.300 km2. Una vez que Chile tomó posesión de la provincia de Arica, debería haber cedido Arica a Bolivia, en cumplimiento de este tratado de 1895; pero nunca lo hizo. Por el contrario, las autoridades chilenas pertinentes idearon un plan para no cumplir su compromiso de transferir a Bolivia la provincia peruana adquirida, en este caso, Arica, y, al mismo tiempo, quedarse con el litoral boliviano que hasta ese momento mantenía cautivo en virtud del Pacto de Tregua de 1884. En primer lugar, se escogió el hombre más apto e idóneo para llevar a cabo este plan: don Abraham König Velásquez. Él era un hombre inteligente y culto; abogado, periodista, autor de varios estudios literarios, y fue cuatro veces diputado; también fue Ministro de Guerra y Marina, y auditor de guerra en 1887. Era, en fin, el hombre preciso para la difícil misión que le encargó el gobierno. ¿Cuál misión? Pues, ir a Bolivia a comunicar al gobierno boliviano que Chile ha decidido no cumplir con el tratado de transferencia de territorios, pero que, de todas maneras, ellos deberían ceder su litoral a Chile. Esta entrega de su litoral debería quedar protocolizada en un tratado de paz y amistad, cuyo borrador llevaba el Ministro König en su maletín junto con las breves, pero precisas instrucciones que le dio su jefe, el Ministro de Relaciones Exteriores, señor Rafael Errázuriz Urmeneta. Estas instrucciones se encuentran al final del capítulo 7 de este libro.

Así que el incumplimiento de este tratado y los medios coactivos con que se obtuvo la firma boliviana para el tratado de 1904, es de por sí una muy buena razón para que mi país remedie al menos en parte la injusticia de haber privado al pueblo boliviano de su litoral.

el autor don Cástulo Martínez ha dividido su muy interesante artículo en tres partes. Aquí la Número Uno.


UNA RAZÓN POR LA CUAL CHILE DEBERÍA CEDER
UN PUERTO SOBERANO A BOLIVIA

Bolivia nació con un litoral soberano, y aunque Chile le reconoció oficialmente sólo una franja de dicho litoral, que, en mi opinión, es la porción más valiosa por las riquezas que ha entregado y sigue entregando a Chile, tales como: guano, salitre, plata, cobre y otras sustancias del suelo.

Es cierto que el gobierno de Bolivia cedió a Chile su litoral al firmar el Tratado de 1904, pero lo firmó resignado, pues no tenía otro camino ni alternativa. O entregaba al vencedor su litoral cuajado de riquezas naturales, o seguía oprimido bajo el ya insoportable peso del "Pacto de Tregua de 1884" que tenía al país anémico y exangüe. Así que las autoridades bolivianas firmaron, entregando su valioso litoral, y recuperaron el control de sus aduanas fronterizas y, de pasada, recuperaron su dignidad.

El Tratado de 1904, tanto por su contenido como por la forma en que se consiguió la renuente firma del gobierno boliviano, es una ignominia. Pero la cancillería chilena hizo esta increíble declaración el 28 de marzo de 1963:

"Yo debo declarar enfáticamente que el Tratado de Paz de 1904, libremente negociado por las Partes, firmado 24 años después de concluidas las hostilidades con Bolivia, libremente ratificado por ese país, y que tiene ya casi 60 años de vigencia [en 1963], es intangible".

En la actualidad, a comienzos del siglo XXI, aún persiste esta situación anómala de que un país debe resignarse a que un país vecino lo haya dejado condenado a una eterna mediterraneidad. Por consiguiente, yo sostengo que es de toda justicia y altruismo que Chile entre en negociaciones serias con Bolivia para encontrar una solución que permita a Bolivia regresar soberanamente a una pequeña porción del valiosísimo litoral propio que tuvo en el pasado; lo que finalmente redundaría en beneficio para el pueblo chileno también.


Por un tratado no cumplido. Efectivamente, el 18 de mayo de 1895 Chile y Bolivia firmaron el Tratado de Transferencia de Territorios, en virtud del cual Chile se comprometía a ceder a Bolivia cualquier territorio que recibiera como resultado de un plebiscito que nuestro país tenía pendiente con el Perú, o si los obtuviera por otros medios. El plebiscito nunca se realizó; pero, en cambio, el asunto se dirimió por medio del Tratado del 3 de junio de 1929, cuyo artículo 2º estipulaba: "El territorio de Tacna y Arica será dividido en dos partes, Tacna para el Perú y Arica para Chile". De los 24.000 km2 en disputa, Perú recuperó 8.600, más la zona de Tarata; Chile retenía el sector restante, equivalente a 15.300 km2. Una vez que Chile tomó posesión de la provincia de Arica, debería haber cedido Arica a Bolivia, en cumplimiento de este tratado de 1895; pero nunca lo hizo. Por el contrario, las autoridades chilenas pertinentes idearon un plan para no cumplir su compromiso de transferir a Bolivia la provincia peruana adquirida, en este caso, Arica, y, al mismo tiempo, quedarse con el litoral boliviano que hasta ese momento mantenía cautivo en virtud del Pacto de Tregua de 1884. En primer lugar, se escogió el hombre más apto e idóneo para llevar a cabo este plan: don Abraham König Velásquez. Él era un hombre inteligente y culto; abogado, periodista, autor de varios estudios literarios, y fue cuatro veces diputado; también fue Ministro de Guerra y Marina, y auditor de guerra en 1887. Era, en fin, el hombre preciso para la difícil misión que le encargó el gobierno. ¿Cuál misión? Pues, ir a Bolivia a comunicar al gobierno boliviano que Chile ha decidido no cumplir con el tratado de transferencia de territorios, pero que, de todas maneras, ellos deberían ceder su litoral a Chile. Esta entrega de su litoral debería quedar protocolizada en un tratado de paz y amistad, cuyo borrador llevaba el Ministro König en su maletín junto con las breves, pero precisas instrucciones que le dio su jefe, el Ministro de Relaciones Exteriores, señor Rafael Errázuriz Urmeneta. Estas instrucciones se encuentran al final del capítulo 7 de este libro.

Así que el incumplimiento de este tratado y los medios coactivos con que se obtuvo la firma boliviana para el tratado de 1904, es de por sí una muy buena razón para que mi país remedie al menos en parte la injusticia de haber privado al pueblo boliviano de su litoral.

lunes, 19 de noviembre de 2012

tres condiciones básicas. libre, soberana y útil" debe reunir el planteamiento boliviano cuando se habla de salida al MAR, puntualiza Fernando Salazar


Rara vez surgen visiones imaginativas que propongan una solución verazmente realizable para que el país obtenga una salida al mar. Tradicionalmente las soluciones se enmarcan en ese revestimiento (suma cero) que imperativamente y a priori exige una “salida libre, soberana y útil” al Pacífico. Cualquier solución que no conlleve estas características, especialmente la de soberanía, simplemente no es considerada aceptable.
Estos tres componentes juntos han conspirado contra una solución, pues quienes tienen el candado y la llave siempre han impugnado, con una u otra objeción, la invariable posición boliviana. Nuestra ausencia de flexibilidad o una solución subóptima han contribuido a este estado de cosas.
He leído un interesante trabajo del académico Fernando García Argañarás titulado Memoria, historia e identidad en la política exterior boliviana hacia Chile bajo Morales. Sostiene que la principal fuente de inestabilidad bilateral y potencial conflicto en Sudamérica consiste en temas de memoria, identidad y nacionalismo y que el potencial para conflictos interestatales (no necesariamente violentos) entre ambos países, en gran medida, involucra disputas sobre historia y territorio, vinculados al legado no resuelto de la Guerra del Pacífico.
García Argañarás aboga por un curso de acción factible. Cualquier solución a largo plazo debe contar con el acuerdo chileno más. Ello no da lugar a cualquier curso de acción que busque un juego de suma cero en el que Bolivia recupere soberanía a expensas de Chile. Tal vez, sostiene, esta opción podría hipotéticamente existir, si Bolivia tuviera el poderío militar para imponerla. La idea que la presión multilateral lleve a Chile a conceder soberanía a Bolivia es también tan solo una expresión de deseo.
Lo que queda a Bolivia es una política exterior de doble vía que entreteja esfuerzos multilaterales con los intereses de ambos países. Es decir, una política que adelante, muy aceleradamente, la agenda multilateral de integración de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), simultánea a negociaciones bilaterales amplias.
Una política de doble vía calzaría tanto en el contexto de un proceso de globalización como en el de un emergente proceso de formación de bloques geopolíticos. Podría poner en la mesa de discusión todos los temas e intereses bilaterales clave y esforzarse en obtener un resultado doblemente ganancioso en el marco de una acelerada integración. La construcción de un nuevo nivel (regional) de soberanía es la única manera de superar el juego de suma cero de la soberanía nacional. No se trata de que los límites nacionales se borren, pero perderían su significancia actual, ya que la soberanía nacional disminuiría en importancia. La integración, por tanto, facilitaría la otorgación de un corredor al mar a Bolivia en la medida en que ambos Estado-naciones acepten límites a sus soberanías individuales bajo el paraguas de la Celac.

Independientemente de poder estar de acuerdo o no con el contenido total o parcial de este bien argumentado punto de vista, se trata de un esfuerzo imaginativo desde la perspectiva académica que contiene elementos ciertamente valiosos.

Es preciso trascender la visión aldeana de nuestra política exterior y ubicarse en un mundo globalizado con posibilidades ilimitadas en cuanto a soluciones a problemas que afectan la paz regional. Las soluciones subóptimas, que son factibles en el presente, con el tiempo y buena voluntad, podrán llevarnos a la solución óptima que buscamos por más de 100 años.

* Abogado e internacionalista

miércoles, 14 de noviembre de 2012

La Haya es el tribunal que tendrá que dirimir el entuerto entre Chile y Perú por las aguas territoriales. El Deber nos ofrece la crónica. es posible que Chile pierda frente a su pretensión inconmensurada


El Tribunal Internacional de La Haya se apresta a conocer los alegatos sobre el conflicto de límites marítimos desatado entre Chile y Perú. Resolución que, además, tendrá directas implicancias en la demanda marítima boliviana. 
En ese contexto, el presidente chileno Sebastián Piñera no descartó un pronunciamiento a favor de Lima, frente a lo cual aseguró que la zona en disputa no forma parte del territorio chileno sino de aguas internacionales. 


Piñera aseguró, sin embargo, que la posición de su país en el litigio marítimo con Perú es "sólida" y "ha sido bien defendida", por lo que espera un "resultado favorable" para Chile en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya. 
Piñera consideró que uno de los peores escenarios para Chile puede darse si el tribunal estima que la frontera marítima con Perú no es el paralelo, como argumenta Chile, sino una línea equidistante que permitirá a Perú ganar unos 35.000 kilómetros cuadrados de mar sobre los que actualmente su vecino ejerce soberanía.
Este "sería un resultado muy preocupante", admitió el gobernante en una entrevista con Radio ADN.
En la demanda que presentó en 2008, Perú sostiene que los límites no están fijados y busca que la corte los establezca en una línea equidistante a las costas de ambos países.
En cambio, Chile defiende que los límites quedaron fijados en el paralelo 18º 21' 03'' Sur, según los dos acuerdos suscritos en la década de los cincuenta, que Lima, en su demanda, considera solo convenios pesqueros.
Piñera señaló que también existe la posibilidad de que su país no pierda soberanía marítima en el litigio y Perú obtenga una porción de mar que en la actualidad son aguas internacionales.
Esto puede pasar si la corte de La Haya decide entregar a Perú la soberanía de un triángulo de mar de unos 27.000 kilómetros cuadrados situado a continuación de la zona económica exclusiva económica chilena.
"En ese componente podría haber algo que se le entrega a Perú sin que Chile pierda nada", apuntó Piñera, quien destacó que los fallos de tribunales internacionales "en general no son blanco y negro".
Claves del conflicto

- Disputa. Ambos países disputan la soberanía de una zona marítima de aproximadamente 37.900 km² en el océano Pacífico.
- Demanda. El 16 de enero de 2008 el Gobierno del Perú presentó en la Corte Internacional de Justicia el ‘Caso concerniente a la delimitación marítima entre Perú y Chile’. 
- Plazos. Los alegatos orales del juicio se expondrán entre el 3 y el 14 de diciembre, mientras que el fallo del tribunal se espera para junio o julio de 2013. 
- Efectos. El caso tendrá consecuencias en el reclamo marítimo boliviano.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Fernando Salazar con experiencia diplomática y de hombre de Estado escudriña la postura del régimen en tema marítimo y se pronuncia


Inicio esta nota confesando mi impotencia de comprender cuál es la política del Estado plurinacional con respecto a la demanda marítima. He tratado, con patriótico interés, de escudriñar el sendero por el cual se quiere encaminar este delicado asunto.


No se puede desarrollar una política exterior con eslóganes o utilizar reactivamente los medios para competir con el rival; se debe ejecutar una estrategia previamente formulada que incluya metas, evaluaciones periódicas y todas las variables tácticas que se puedan prever.
Para el Gobierno hay dos caminos: negociación bilateral, o sea, el retorno a la agenda de los 13 puntos y demanda ante tribunales internacionales, para lo cual se ha creado un ente autónomo, denominado Diremar (Dirección Estratégica de Reivindicación Marítima).
Se ha explicado que las dos vías no son incompatibles. Es cierto que son dos caminos diferentes que p
ueden ser paralelos pero, para ello, tiene que haber un mínimo de aceptación de ambas partes para poder ir, simultáneamente, por la vía negociadora y por la judicial.

Chile considera que no existe materia para la vía judicial. Es una media verdad. Sí existe materia, pero ella no nos conducirá al propósito fundamental de tener una salida al Pacífico. Podrá conseguirse que se cumplan las partes del tratado que no se cumplen o, en el mejor de los casos, ordenarse una compensación por ese incumplimiento.
La Cancillería, con toda razón, parece inclinarse a la negociación; seguramente ha sopesado la situación y ha llegado a la conclusión de que una escalada de tensión favorece más a Chile que a Bolivia. Paralelamente, Diremar insiste en la demanda. Si no lo hiciera no tendría razón de existir.

El canciller Choquehuanca, al ser consultado sobre una posible solución que satisfaga a ambos países, dijo: “Considero que es mediante el diálogo. Pero hemos esperado más de 100 años y el presidente Morales ha conformado una dirección estratégica de reivindicación marítima sin descartar el diálogo”.

He aquí un punto neurálgico: ante el convencimiento que parece surgir de que una demanda ante un tribunal podría ser viable para ciertas cosas, pero no para conseguir una salida al mar, ¿qué hacer con Diremar? Una vez creada una burocracia es muy difícil erradicarla del mapa administrativo del Estado. Pegas significan lealtades compradas…
Somos, además, testigos de una política dual: una que encamina la Cancillería y otra que es ejecutada por Diremar. Esta dualidad refleja un otro punto crítico mucho más sustantivo: ausencia de una política exterior concertada sobre el tema, incluyendo la relación bilateral con Chile y Perú.

El tercer punto inquietante es Chile. Con los sectores más reaccionarios en función de poder, era predecible una posición casi belicista del vecino frente a Bolivia. Independientemente de ello, Chile siempre ha estado claro con relación al concepto de soberanía territorial. La lectura del Gobierno en los tiempos de la ‘confianza mutua’ fue equivocada. Se dejaron impresionar por la lisonja chilena que aprovechó la falta de oficio de los diplomáticos bolivianos. Ahora, con Piñera, Chile es más directo e intransigente.

Ante este panorama, es preciso y oportuno que se reflexione sobre dónde estamos y hacia dónde vamos. Es tiempo de que se haga una evaluación del camino adoptado. Los resultados nos indicarán qué se ha obtenido -si es que en algo hemos avanzado- y, solo así, podremos rencaminar el rumbo de un tema que es de vital importancia para los intereses del país.
* Abogado e internacionalista

sábado, 3 de noviembre de 2012

Roberto Prudencio afirma "Chile cada vez ofrece menos y exige más" cuando refiere las innúmeras veces que quizo solucionar el tema de nuestro enclaustramiento. corredor pegado a Perú fue lo último compensado por tierras altas


Luego de la guerra del Pacífico, que Bolivia perdió todo su Litoral, se han presentaron varias oportunidades,  que el historiador Wálter Montenegro las denominó “perdidas”,  tendentes a  lograr un acceso soberano al mar. El tema que  llama la atención y desconcierta por cierto, es que a medida que han pasado los años, las nuevas propuestas chilenas de solución al problema marítimo boliviano, han ido disminuyendo a igual que  las expectativas bolivianas, y cada vez Chile ofrece menos a Bolivia y exige  mayores condiciones. El tema es claro, hasta antes de  la negociación de Charaña  1975, a ningún gobierno chileno se le ocurría pedir a Bolivia una compensación territorial por la cesión soberana a una salida al mar. Más bien,  luego de la guerra del Pacífico, Chile ofrecía a Bolivia una costa marítima, como compensación  por haber sido privada  de Antofagasta, de  Litoral y de su mar territorial.         
En ese contexto, el canciller chileno Domingo Santa María,  en noviembre de 1879 escribía “No olvidemos por un instante que no podemos ahogar a Bolivia. Privada de Antofagasta y de todo el litoral que antes poseía hasta el Loa, debemos proporcionarle por alguna parte un puerto suyo, una puerta de calle, que le permita entrar al interior sin zozobra, sin pedir venia. No podemos matar a Bolivia”.
Durante el gobierno chileno  de Jorge Montt, en mayo de 1895, el presidente  Mariano Baptista, negocia y firma un Tratado con Chile de Transferencia de Territorios, que establecía que si Chile obtenía los territorios de Tacna y Arica, como resultado del plebiscito acordado en el Tratado de Ancón de 1883 con Perú, los cedería a Bolivia y en caso de no obtenerlos, entregaría a Bolivia la caleta Vítor hasta la Quebrada de Camarones u otra análoga. El parlamento chileno aprobó con la mayor prontitud este Acuerdo, pero no sucedió lo mismo en Bolivia, los parlamentarios liberales presentaron objeciones y pidieron   un protocolo aclaratorio. Fueron los mismos liberales que firmaron posteriormente el Tratado de 1904
Por otra parte,  como señala Jorge Escobari Cusicanqui, Chile aceptó la propuesta del  Secretario de Estado americano, Frank B. Kellog, quien en noviembre de 1926, a fin de solucionar la controversia peruana- chilena, propuso de que las provincias de Tacna y Arica pasaran a formar parte  a perpetuidad del patrimonio geográfico de Bolivia. Por acuerdo de los tres países, Chile, Perú y  Bolivia, Arica se convertiría en Puerto Libre.    
Como no podía ser de otra manera, la mejor  gestión se logró con el  destacado diplomático Alberto Ostria Gutiérrez, quien intercambió con el Canciller chileno, las célebres Notas de 1 y 20 de junio de 1950, Ostria Gutiérrez- Wálter Larraín. En dichas notas, Chile aceptaba llevar a cabo “una negociación directa destinada a buscar la fórmula que pueda hacer posible dar a Bolivia una salida propia y soberana al océano Pacífico y a Chile obtener  compensaciones que no tengan carácter territorial y que consulten efectivamente a sus intereses”. La negociación se refería a una salida soberana al mar mediante un corredor al norte de Arica. Esta negociación se truncó debido a que no se llegó a un acuerdo en el tema de compensaciones.
El compromiso chileno asumido por las  notas de 1950, fue ratificado  en julio 1961, por el  Memorándum, entregado a la Cancillería boliviana por  el Embajador chileno en La Paz, Manuel Trucco.
Y llegamos a   la negociación de Charaña de 1975 de los generales   Banzer y Pinochet, la más ampliamente difundida y conocida. Oportunidad  en la cual Chile ofrece a Bolivia un corredor al norte de Arica.  El litoral comprendía ocho kilómetros de costa. La compensación boliviana sería un canje territorial y más  una compensación territorial por el mar territorial que Bolivia recibiría. Acordándose luego de negociar  a tres millas. “Casi cero” manifestó un actual historiador boliviano. 
La política chilena desde Charaña es muy clara,  otorgar a Bolivia un corredor soberano al norte de Arica, y recibir a cambio una  compensación territorial. Cuidado que la próxima propuesta chilena  sea un enclave con soberanía  en el mismo corredor,   para no dificultar la actual vecindad de Tacna y Arica.