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miércoles, 21 de noviembre de 2012

en la parte Tercera de su artículo reclamando por una salida soberana al mar para Bolivia don Cástulo Martínez apela a la conciencia de Chile y de su Gobierno para que Bolivia tenga al menos una porción de su Litoral


Por un cargo de conciencia. Aunque los países no tienen cargo de conciencia, siempre existe la posibilidad que algunas autoridades gubernamentales o líderes sociales reflexionen sobre la situación en que ha quedado Bolivia como resultado de la Guerra del Pacífico. Que estas autoridades y líderes procuren visualizar la escena. Bolivia nació con litoral propio, como ya se ha demostrado hasta la saciedad, y de pronto entra en litigio con un grupo de inversionistas ingleses y norteamericanos, y algunos chilenos, porque la empresa comercial a la que estos inversionistas pertenecían se negó a pagar un impuesto insignificante de 10 centavos por cada quintal de salitre exportado. Lo de los 10 centavos sólo fue un pretexto, lo cual quedó al descubierto cuando las autoridades chilenas, dueñas ya del litoral, le subieron ese impuesto a la compañía anglo-chilena:

"El 12.09.1879 fue publicada la ley gravando con 40 cts. El quintal métrico de salitre exportado, exceptuando el elaborado0 al sur del paralelo 24, vale decir, a las nacientes salitreras de Taltal, Cachinal de la Sierra y Aguas Blancas. Sólo afectó a la Compañía. Trece meses después era sustituido por otro impuesto ascendente a $ 1.60 por cada cien kilos exportados. También se gravó la exportación de yodo, subproducto que la Compañía elaboraba, con éxito, desde 1879. De nuevo quedaron exceptuadas las salitreras del Sur. La tributación era agobiadora" (Manuel Ravest Mora, La Compañía Salitrera y la Ocupación de Antofagasta 1878-1879, Editorial Andrés Bello: Santiago de Chile, 1983), p. 201.

A pesar del fuerte aumento del impuesto, de $0.10 a $1.60 por quintal de salitre exportado, que aplicó el Gobierno de Chile a la compañía salitrera, ésta ni chistó. No hubo escándalo ni protesta notarial, etc. Chile no fue a la guerra por defender a una empresa comercial a la que el gobierno boliviano le estaba cobrando ese pequeño impuesto; el motivo para ir a la guerra era apoderarse del litoral peruano y del litoral boliviano, tal como el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile lo expresó claramente, cuando dijo que "el territorio salitrero de Antofagasta y el territorio salitrero de Tarapacá, fueron la causa real y directa de la guerra" (José Manuel Balmaceda, Ministro de Relaciones Exteriores, Memoria de Relaciones Exteriores de Chile, 1882), p. 53.

El enriquecimiento en Chile, debido al salitre del suelo boliviano, hacía que los beneficiados cayeran en extravagancias que sólo el dinero en abundancia puede dar:

"El chorro de oro, abundante y aparentemente interminable, que el salitre dio a Chile, debe dividirse en dos: el recaudo por la vía del tributo fue a las arcas fiscales, y que hombres como don Enrique Salvador Sanfuentes y don Pedro Montt cautelaron con la austeridad de los bellos días de Chile; y el que se volcó sobre la actividad y la riqueza privada. El primero sirvió para montar en Chile uno de los más fabulosos programas de obras públicas de que tiene recuerdos el continente hispano-americano. Y el segundo, para corromper sistemáticamente la generación chilena que vivió y se educó a la sombra del salitre. Las casas de Santiago y Valparaíso compitieron en lujo con las de París. Los viajes espectaculares, los palacios en Francia y España, las joyas y los coches, los grandes espectáculos de ópera y teatro, todo revistió un esplendor que no es fácil describir en dos palabras. Un ansia de bienestar y de lujo ganó a la sociedad. Sólo contadas personas permanecieron al margen de esta orgía económica" (Mario Barros, Historia Diplomática de Chile).

En la actualidad, una de esas riquezas es el cobre, principalmente el que se halla en la mina de Chuquicamata. El malogrado Presidente de Chile, don Salvador Allende Gossens, denominó a la riqueza del cobre como "el sueldo de Chile", ¡y con razón!

De este modo, el cobre que se halla en Chuquicamata (y en otros sitios recientemente descubiertos), dentro del litoral que Bolivia poseía soberanamente, y que tuvo que traspasar a Chile, vencedor de la Guerra del Pacífico Sur, hace un considerable aporte al Estado chileno. Por encima del Tratado de 1904, y de gabelas burocráticas, por encima de sentimientos patrioteros, tomando en cuenta los inmensos beneficios que ha obtenido el Estado chileno por más de 100 años, ¿no podrían nuestras autoridades trabajar en una agenda de negociaciones con representantes bolivianos para que ese país pueda tener al menos una porción del litoral que poseyó alguna vez? Ese sería un gesto noble que pondría fin a una más que centenaria injusticia que nuestro país cometió en contra de Bolivia hace más de 100 años. Una solución así sería también beneficiosa para el pueblo chileno, sobre todo en la zona norte del país.

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