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jueves, 28 de marzo de 2013

Marcelo Ostria apela "al Idus de marzo" para ilustrar de la crispación en que se vive, dias tensos cargados de animosidad y la verborrea trasladada al plano internacional, quién sabe con qué resultado


Se cuenta que para los romanos el Idus de Marzo era una de las jornadas de buenas noticias. Sin embargo, el emperador Julio César fue advertido por un vidente sobre los peligros que lo amenazaban, precisamente en el Idus de Marzo del año 44 a.C. El emperador, yendo al Senado con la tranquilidad de que ya había llegado el auspicioso día, hizo llamar al vidente y, sonriente, le dijo: “El Idus de Marzo ya ha llegado”. El vidente le replicó: “Si, pero aún no se ha acabado”. Ese mismo día Julio Cesar fue asesinado. En verdad, no hay premonición alguna para este marzo de 2013. Pero no se puede ocultar que estamos haciendo todo lo posible para que este Idus se marche sin dejarnos buenas noticias.
No solo se trata de la crispación general que nos afecta. Hace ya tiempo que se viven días tensos, cargados de animosidad. Las exigencias ciudadanas, las objeciones y los reclamos, justos o no, toman la forma de la protesta airada. Lo peor es que muchos de nosotros, luego de ser testigos del uso de estos “instrumentos de lucha”, estamos habituados a la amenaza y a la estridencia. Esto es más grave cuando el gobierno, con esta misma conducta y lenguaje agresivo, incursiona en el mundo de la política internacional. Los discursos, las declaraciones, los pronunciamientos en defensa de nuestros derechos, con ese tono, sólo alejan el entendimiento. Y se hace aún más preocupante cuando la otra parte responde con el mismo nivel de torpeza.
Seguramente no hay boliviano que se oponga a que se desplieguen todos los esfuerzos para el retorno de nuestro país al mar. Este empeño de volver al mar, como lo reconoció el esclarecido diplomático chileno, Oscar Pinochet de la Barra, no es un capricho boliviano: “es –por el contrario– una cuestión de identidad de patria, inolvidable, insoslayable, inmodificable”. Se trata, entonces, de una causa justa; pero la estridencia no la hace más asequible.
No nos acercará al mar el incierto camino judicial. No es posible asegurar el éxito en un pleito y, menos aún, si se lo plantea solo con retórica y lamentos. Si, por mala fortuna, o porque carecemos de sapiencia, prudencia y sensatez, fracasamos en este terco empeño de demandar la nulidad del Tratado de 1904 ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya –Dios no lo quiera–, los que impulsaron esta vía serán los que nos habrán condenado a seguir en un prolongado vía crucis, clamando por el mar perdido.
Por lo visto, los Idus de Marzo, no siempre son buenos.

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